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El parto es un acontecimiento muy personal y sexual, y como tal debe ser respetado desde la libertad de elección de la mujer. Para muchas mujeres no es así. Las investigaciones muestran que a una de cada veinte nuevas madres se le diagnostica estrés postraumático después del parto. Muchas otras lo sufren pero sienten que los médicos no serán capaces de ayudarlas, así que, o no se lo cuentan a su médico de familia o buscan la ayuda de otro médico pero nunca consiguen un diagnóstico, o erróneamente se les diagnostica depresión.
Inmediatamente después del parto se quedan en shock, aliviadas de que su suplicio haya terminado. Pueden incluso estar eufóricas y darle las gracias al obstetra que, según les han contado, ha salvado a su bebé de un desastre. Pero después de unas pocas semanas, a esto le sigue la confusión interna, con flashbacks, pesadillas y ataques de pánico. Muchas mujeres evitan quedarse embarazadas otra vez porque no pueden hacer frente al hecho de pasar nuevamente por el mismo suplicio. El pánico se calma con el tiempo y piensan que han aceptado la experiencia. Empiezan otro embarazo y, después de unos pocos meses, todo vuelve de repente y se encuentran en estado de terror. El próximo parto puede estar a tan solo unas semanas. ¿Por qué el parto es traumático? No es solo una cuestión de dolor físico. Las mujeres están traumatizadas porque son tratadas como máquinas que están en un constante riesgo de romperse. Están traumatizadas porque sienten que son succionadas por un sistema médico que les priva de cualquier control sobre lo que les está sucediendo.
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