Cuando devine madre hace 11 años, en los foros de maternidad entonces incipientes, se compartían las lecturas de dos escritores que han sido tildados como “gurús de la crianza”: el pediatra español Carlos González y la terapeuta argentina Laura Gutman. Las madres de hoy en día, formadas e informadas, quizás por primera vez en la historia no nos conformamos con transmitir acríticamente los gestos de crianza heredados, sino que buscamos practicar una “maternidad consciente”, encontrar los mejores recursos intelectuales y emocionales que podamos para amar y educar a nuestros hijos.
Recuerdo la inmersión en los libros de Laura Gutman como fundamentales en el “despertar” que me trajo la crianza. Una definición de ella se me quedó para siempre grabada: “hay violencia siempre que los deseos de dos personas no pueden coexistir, cuando hay lugar solo para uno”.
Esta terapeuta y escritora argentina, con doce libros publicados, destapa muchas cajas de pandora y, como cualquiera que transmite un mensaje contundente, genera amores y rechazos. Pronto comprendió que más que hablar sobre cómo “debemos” criar a nuestros hijos (las controversias más encendidas de las redes sociales se dan sobre este tema) si queremos entender algo, debemos bucear en la realidad de los niños que fuimos. A eso se dedica principalmente su método de la “biografía humana”, sus cursos y conferencias y su escuela online. A comienzos de este año ha publicado con Editorial OB STARE “Una civilización niñocéntrica”, y muy recientemente “Mi hijo no quiere ir a la escuela. ¡Y tiene razón!”, también en OB STARE junto a Cristina Romero.
¿Hay alguna idea central que resuma o atraviese todos tus libros, todo tu trabajo?
Sí, hay varias ideas centrales. La primera, es observarnos desde afuera del sistema patriarcal, es decir por fuera de la dominación del fuerte sobre el débil, del adulto sobre el niño. Todos nosotros hemos atravesado nuestras infancias respondiendo a las necesidades de quienes nos han criado (en general nuestras madres), luego hemos crecido y -siendo adultos- pretendemos obtener el caudal de confort que no hemos obtenido en el pasado. Esto es un gran desastre ecológico. Porque somos un ejército de adultos reclamando la satisfacción de necesidades infantiles. Luego, cuando devenimos madres o padres, no toleramos el nivel de demanda –pertinente- de los niños. Por eso propongo que abordemos en serio, nuestra propia realidad emocional antes de pretender encontrar recursos para criar a nuestros hijos en el amor.
Hay un conflicto universal entre algunos sectores del feminismo y la maternidad: parecen considerar la maternidad como un obstáculo para la realización profesional y personal de las mujeres, y a su vez el trabajo externo como un obstáculo para la crianza amorosa de los niños. ¿Qué hacemos?
Es un enorme malentendido. Vincularse amorosamente depende de los recursos que hemos obtenido –o no- mientras nosotros fuimos niños. La mayoría de nosotros, no hemos recibido aquello que -según el diseño original de las criaturas de mamífero humano- hubiéramos necesitado. Luego creemos que el trabajo, la autonomía o la realización personal, entran en contradicción con la capacidad de amar.
Si fueras legisladora o candidata política ¿qué medidas llevarías en tu programa?
Organizaría sistemas de tribus de mujeres, en los que las mujeres pudieran permanecer con sus criaturas, intercambiar experiencias, sentir cobijo, y atravesar las jornadas acompañadas. Pero con un detalle muy importante: quienes dirijan o supervisen estas tribus, tienen que abstenerse de dar consejos, comprendiendo que no saben nada. Solo están presentes para ordenar, escuchar, facilitar los encuentros y amar desinteresadamente. Tendría que existir una tribu organizada en cada barrio. Es algo económico, ya que solo se necesita un espacio dentro de cualquier edificio municipal y un sueldo para la coordinadora.
Estoy segura que luego, en pocos años, esas madres bien atendidas, amparadas y avaladas para que desplieguen su propio potencial y su propio sentido común, no dejarán a esos niños amparados en instituciones escolares obsoletas. Habría luego un continuum de buen trato hacia los niños que las mismas madres en tribu sabrían cómo implementar.
Tienes una escuela que imparte cursos también online a personas de todas partes del mundo. ¿Cuáles son los objetivos de esos cursos? ¿El público es mayoritariamente femenino y madres?
Lo que enseño en mi escuela on line es a implementar la BIOGRAFÍA HUMANA. Es un sistema de indagación personal (como si fuera una terapia, pero nada que ver con la psicología convencional, voy en el sentido opuesto) que fui desarrollando a lo largo de toda mi carrera. Tal como te mencionaba antes, tenemos que empezar por comprender qué fue lo que nos pasó desde el punto de vista del niño que hemos sido. La biografía humana pretende rescatar esas experiencias infantiles, por fuera del discurso materno o de la construcción intelectual que tenemos de esos hechos. Luego tenemos que comprender qué hicimos con eso que nos pasó. Y luego comprender qué hacemos hoy en automático, a veces en detrimento de nosotros mismos o de quienes más queremos.
Hay más público femenino pero, por suerte, cada año se suman más varones. Hay personas de todas las edades, algunos tienen hijos y otros no. La comprensión de la conducta humana, los recursos para desandar siglos de sometimiento y represión, y la intención de rescatar el amor con el que llegamos al mundo y el entrenamiento para ponerlo a disposición de los demás, es para todos. Sí, tengo aprendices de 25 países.
Parecería que las mujeres ya tenemos algunas cosas más o menos claras y que hemos avanzado mucho en las últimas décadas, pero a veces da la impresión de estarse creando un abismo entre mujeres y hombres. ¿Hay claves para el encuentro amoroso respetuoso y perdurable entre mujeres y hombres?
Yo no estoy tan segura de que las mujeres ya tengamos algunas cosas claras. Tengo un equipo de behacheadores (a la biografía humana la llamamos cariñosamente por sus iniciales: la BH (behache) y a los profesionales que utilizan este sistema, los llamamos behacheadores). Nosotros ingresamos en la intimidad de cada individuo, sobre todo en las experiencias infantiles que aún vibran en nuestro ser interior, y te puedo asegurar que estamos lejos de tener las cosas claras. Si así fuera, no habría abismo entre mujeres y varones. Son las guerras que hemos vivido y que hemos aprendido como modelos de intercambio, las que nos perpetúan en esos desencuentros.
La principal crítica que se te hace, tanto desde algunos sectores de madres como desde algunos expertos, es que el tuyo es un discurso “que culpabiliza directamente a las madres”. La culpa, la culpa y otra vez la culpa. ¿Algo que explicar con respecto a esto?
La única explicación es que no leen mis libros. Solo escuchan lo que alguien dijo que otro dijo y que otro dijo, y así. No me puedo hacer cargo de los teléfonos rotos. Tengo 12 libros disponibles en español.
Tu último libro se llama “una civilización niñocéntrica”, es decir, poner a los niños en el centro, organizar la sociedad según las necesidades de los más pequeños. ¿Sería esa la revolución humana definitiva? ¿Eres consciente de que esa idea encuentra resistencias en casi todo el mundo?
Sí. Mi tarea es decir lo que creo que es profundamente verdadero. No necesito que me quieran por decir la verdad. Yo propongo que observemos a las criaturas de mamífero humano: Constataremos que nacemos todos amorosos, tiernos, blandos, disponibles y muy, muy inmaduros. Si obtenemos el caudal de amor, contacto corporal, fusión emocional, caricias y presencia materna, podremos desplegar luego esa capacidad de amar con la que llegamos al mundo y derramar altruismo y generosidad. En cambio, si no recibimos durante la infancia aquello que necesitamos, desplegaremos hostilidad, miedo, agresión, violencia y rabia. Es tan obvio, que me importa muy poco que “casi todo el mundo encuentre resistencias”.
Utilizas en el libro la expresión “realidad real”. Parece una redundancia, pero tú acuñas ese concepto con premeditación. ¿Qué significa? ¿Cuál es la realidad real que debemos conocer sobre nuestras vidas?
Insisto en la “realidad real” porque es lo que tratamos de establecer en el transcurso de las biografías humanas. Todos estamos aferrados a nuestra interpretación de la realidad, a nuestras ideas, conceptos o moral. Sin embargo, la realidad de nuestras experiencias mueve los hilos de nuestras vidas. Hay que buscarla cual detectives, porque no está a la luz.
¿Has criado a tus hijos siguiendo tus propios preceptos? ¿O algunos los descubriste ya “tarde” cuando tus hijos eran mayores? ¿Se notan los efectos de la crianza amorosa y corporal en las personas adultas?
Mis hijos son adultos. Ya tengo una nieta. Los he criado con toda mi intuición y amorosidad. Los dos mayores nacieron durante mi exilio en París, Francia. Justamente, al ir constatando que a las demás madres no les pasaba lo mismo que a mí, no los llevaban apretados al pecho, no los amamantaban, no los sentían….empecé a darme cuenta que esos bebés y niños pequeños estaban sufriendo. En esa época empecé a intervenir espontáneamente, hablando con las madres francesas y llevándoles noticias de ellas mismas y de sus propios hijos. Luego siguieron 40 años de experiencias diversas. Si te hablara de mis hijos llenaría muchas páginas de orgullo. Pero lo importante es encontrar modos delicados para que cada madre encuentre dentro de sí, los recursos amorosos y tiernos que tiene escondidos.
¿Cuáles son tus prioridades a estas alturas de la vida? ¿Eres feliz? ¿Cuando miras hacia atrás, cómo ves tu propia biografía humana? ¿Te miras a ti misma con benevolencia?
Yo no sé muy bien qué es la felicidad. No estoy del todo segura que estemos en este mundo para ser felices. Creo que estamos para derramar confort hacia nuestro prójimo y para facilitar, ayudar y amar a ese prójimo. Mi propia biografía humana ha sido un obstáculo detrás del otro. Hoy tengo 60 años y sigo mirando hacia delante, tengo la sensación que los próximos 30 años -que espero atravesar con lucidez- no van a ser suficientes para decir todo lo que quiero que quede dicho. Tal vez no me miro aún con demasiada benevolencia, tengo ese pendiente para aprender. Te agradezco que me lo hayas preguntado.
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